Por Marcelo Montes (*)
Muchos especulábamos que el domingo 14 de noviembre se
empezaba a terminar la famosa “grieta” entre
kirchneristas y antikirchneristas en las elecciones
parlamentarias de Argentina.
Sencillamente, ello no ocurrió porque el oficialismo logró
disimular su estrepitosa derrota general –perdió la
hegemonía en el Senado que mantenía desde 1983 y, 13
de 24 provincias, incluyendo las 5 más grandes-, con
su relativo emparejamiento- en relación a la PASO de
setiembre- en la Provincia de Buenos Aires y su
consolidación en el norte del país. Tampoco el
triunfo opositor, no obstante ser de casi 8 puntos a
favor- fue lo suficientemente holgado en especial,
para Horacio Rodríguez Larreta, el alcalde porteño,
quién de manera obsesiva, quiere ser Presidente a
base de la prolongación de la grieta. En su propio
terruño y la Provincia bonaerense, tuvo sus propios
obstáculos, en las apariciones fulgurantes de sendos
economistas, el libertario Javier Milei y el liberal
José Luis Espert, respectivamente.
Desde hacía décadas, el liberalismo no contaba con diputados
electos y menos, por los distritos más
significativos. A diferencia de otrora, sus campañas
fueron personalizadas, con mucha exposición física,
en las calles, dando clases públicas, visitando
plazas, negocios, fábricas, con una fuerte difusión
en redes, a cargo de voluntarios. Desde el alfonsinismo y el propio kirchnerismo,
nunca se había visto tanta juventud en torno a
líderes políticos.
Los jóvenes argentinos, incluso adolescentes, se dejaron
seducir por la verborragia y el despliegue
incansable de Espert que recorrió una provincia que
tiene el tamaño de Alemania, pero sobre todo se
identificaron con la rabia contenida que explotó en
griterío e insultos, de Milei.
Enfrentando el primero, al “sistema” -la trilogía de
políticos mediocres y saqueadores, empresarios
prebendarios y mafias sindicales- y el segundo, a la
“casta” -los políticos que viven del Estado-, ambos
candidatos hallaron al responsable perfecto para
explicar de modo sencillo, a una sociedad
empobrecida y subeducada, las razones de una debacle
nacional que ya lleva más de un siglo.
Cualquier ideologización del discurso de Espert y Milei
suena a esfuerzo banal yreduccionista. Es mucho más complejo de lo que a priori,
parece. Al primero lo apoyan sectores más bien
centristas y republicanos, incluso partidos
históricos como la Unión de Centro Democrático
(Ucede), el Partido Demócrata (PD), el Partido
Autonomista Nacional (PAN), pero también nuevos como
Republicanos Unidos (RU) y afines.
Al segundo en cambio, lo sostienen los libertarios, que
rechazan al primero: anarcocapitalistas,
minarquistas y objetivistas randianos. Pero también
nacionalistas y conservadores, como Victoria
Villarruel (diputada electa), Carlos Maslatón y
hasta you tubers mediáticos, como “Dannan”, “El
Presto”, “Deperoncho” y la cosplay “Lilia Lemoine”,
entre otros.
El peronismo no está ausente en ambas coaliciones. Raúl
Aragón es el sociólogoembanderado en ese movimiento, que siente un profundo
rechazo al kirchnerismo, contratado por el operador
de Espert, el periodista y ex diputado mendocino
Luis Rosales, ex socio del consultor Dick Morris. Él
recomendó al economista oriundo de Pergamino, ir
cooptando a los punteros peronistas del conurbano,
abandonados a su suerte por Sergio Massa y el avance
de Máximo Kirchner. Del lado de Milei, Ramiro Marra,
hoy legislador electo por CABA, militaba junto al ya
legislador de Consenso Federal, Eugenio Casielles,
en el lavagnismo.
No es fácil, por lo tanto, hablar de una “derecha” o de un
“bolsonarismo” a la argentina. Mientras Espert está
dispuesto a discutir en un referéndum temas como el
aborto, Milei se aleja de posiciones liberales, en
torno al tema, declarándose “provida” y también
discrepan en torno a la gestión de la dieta
parlamentaria, el rol del Banco Central y el castigo
a los delincuentes y el rol de las fuerzas de
seguridad. Milei admira a Trump y lo tiene entre sus
gif preferidos en sus chats mientras Espert se
declara antipopulista en todas sus formas, tiempos y
exponentes.
Sin embargo, el común denominador de ambos, no es tanto
ideológico, a noequivocarse: es estratégico. Descreo
que, en el fondo, estén peleados, aunque sí tal vez,
“tironeados” por sectores afines que no quieren
verlos juntos, incluyendo externos como los
“halcones” de Juntos por el Cambio pero también
internos, como algunos nacionalistas y
conservadores. Pero Espert y Milei, coinciden en el
diagnóstico: el país está enfermo hace tiempo ya, la
crisis es profunda, hay dirigentes que se benefician
de ella y es a expensas del trabajador honesto que
ama a su país, aunque hay “salida”, no es Ezeiza y
sí, es la de la libertad.
Pero ese mensaje no es intelectual, ni depende del ya
trillado negocio de las fundaciones liberales, ni de
las clases medias, algo refractarias al mismo: se
sustenta en la actitud y aptitud de entrar al “barro
de la política”: involucrarse, comprometerse y
llegar a alcanzar los votos de “la otra orilla”,
como solía repetir Perón, parafraseado por el gran
Mariano Grondona. Cuando los liberales abandonaron
la política y la retomaron sólo parcialmente, en los
ochenta, gracias a Alsogaray, el país quedó
abandonado a su suerte.
Como se siente hoy el habitante de Berazategui, Quilmes,
Lanús, Lomas de Zamora, Avellaneda, etc. o el vecino
de Pompeya, Lugano, Villa Soldati, la Villa 31 y es
allí donde por primera vez, un liberal fue a buscar
y logró votos. A ellos se llega, no recitando a
Hayek o Nozick sino simplemente, siendo sensible a
su estado de deterioro, comprendiéndolos,
aumentándoles la autoestima, fortaleciéndolos
moralmente, para que sean capaces de rechazar toda
manipulación clientelar y hasta psicológica, que los
haga descreer de que ellos pueden lograr sólo con su
esfuerzo.
Con tal apelación al sentido común, el éxito liberal está a
la vista: más de un millón de votos, tercera fuerza
en dos de los distritos más grandes, cuatro
diputados nacionales asegurados -uno más en
discusión-, cinco legisladores porteños, tres
legisladores provinciales, decenas de concejales
bonaerenses, etc.
Ahora llega la hora de las previsiones político-estratégicas
con vistas a 2023 y aspirar a terciar en la grieta,
ante un eventual ballotage: para ello habrá que
pensar en la posibilidad de un bloque legislativo
propio y unido o, un interbloque, la conformación de
un único partido nacional o, una confederación de
partidos y, finalmente, lo más importante,
candidaturas votables, populares, con convicciones,
pero sobre todo, empáticos, con la angustia de la
gente.
No será fácil, pero lo ocurrido este año no permite abrigar
cifradas esperanzas.
(*)
mmontes79@hotmail.com
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