Año 4 - Nº 11
Julio 2009

Editor Resp.: Raúl A. Galíndez
Diseño: Charly Manildo
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DOCTRINA

PEOR QUE GANAR ES PERDER, PERO MUCHO PEOR ES CREER HABER GANADO

Por Enrique M. Lingua (*)

El domingo 28 de junio la ciudadanía argentina pudo expresar a través de las urnas un mayoritario rechazo a la política llevada a cabo por el gobierno nacional y muchos de sus aliados provinciales y comunales.

Ya los medios se han ocupado de hacer una refinada interpretación de los resultados electorales, que en esta oportunidad un número importante fueron inesperados, otros sorprendentes, pero sin duda, en general y para el análisis de quienes gobiernan debieron saber que fueron aciagos.

Pero lo que asombra es la capacidad de asimilación de la adversidad y la conversión de angustia en felicidad, del dolor en placer, de la debilidad en fortaleza y de la verdad en ficción.

La mayoría de la ciudadanía que sorteó estoicamente el ataque brutal de la pandémica influenza porcina, esperaba que el mensaje de las urnas tuviera acuse de recibo, porque hace tiempo que el diálogo entre el gobierno y sus ciudadanos está restringido a costosas apariciones farsistas o a la proclividad de conferir entrevistas a prominentes noteros de dudosa indemnidad.
La mayoría de la ciudadanía esperaba que una vez leído detenidamente el mensaje como lo hace cualquier estadista, la máxima autoridad nacional se dirigiera a sus gobernados con la entereza conveniente para estas ocasiones y anunciara firmemente la reconducción de las riendas de la Nación.

Todos saben que debemos esperar hasta el 10 de diciembre para que de una vez y para siempre sean dejados sin efecto los amplios poderes otorgados al Poder Ejecutivo para reasignar las partidas presupuestarias, y con ellos volver a la integridad republicana, como también el acuerdo definitivo de la Ley de Coparticipación Federal que es la columna vertebral de la distribución equitativa de los recursos públicos, en su gran mayoría los argentinos esperan que se tomen decisiones fundamentales que son de la incumbencia exclusiva del Poder Ejecutivo.

Una de los deberes básicos es volver a contar con un INDEC confiable, refundado sobre su origen, para que pueda medirse fielmente la temperatura corporal de la República, para volver a tener seguridad de que treinta y siete grados y medio ya es fiebre, de que los desposeídos sean los que son, que los precios de la canasta de la que comen pobres y ricos por igual se pueda comprar con la misma moneda mes a mes, pero que lo que le falte de la canasta, producto de la suba real de sus precios, no sea desfigurado por información oficial trastocada y engañosa.

Los empresarios y en general la inmensa masa crítica de la gran base productiva argentina, artífices del despegue que tuvo la Argentina a partir del 2003, esperaban oír que sus gobernantes se hayan compenetrados de la existencia de la crisis mundial y que aterrizó el país con la misma fuerza demoledora que tuvo en el primer mundo. La vigilia se potenciaba aguardando que se reconociera, humildemente, que no damos lecciones de economía al resto del mundo, que nadie nos imita ni nos copia, que sólo se imitan los buenos ejemplos, y que definitivamente anunciaran, entre otras medidas, el fin de las restricciones a las exportaciones de lácteos, carnes, la esperada reducción de retenciones a los granos, la elaboración de un programa de recuperación de las áreas sembradas para trigo y maíz, de recomposición de los stocks ganaderos, de la implementación de una política fiscal al servicio de la producción, del fortalecimiento de la industria como propulsor de la cadena de valor y del desarrollo y el crecimiento. Esos ciudadanos no quieren ni siquiera rozar el fantasma de que debamos importar carnes, trigos y otros productos tradicionalmente nacionales, ni tampoco que los puertos estén abarrotados de mercadería que no se autoriza su ingreso, ni exportaciones que no pueden sortear obstáculos inauditos.

La mayoría esperaba sentir un halo de ilusión en medio de tanta desesperanza, para volver a creer en la República. La mayoría si bien sabe que debemos esperar hasta el 10 de diciembre para que pueda comenzar un hipotético diálogo fructífero, deseaba que el resultado del 28 de junio acortara ese excesivo y agobiante interregno.

Son muchas las asignaturas pendientes que no pudieron llevarse a cabo en estos 2030 días de gobierno, especialmente la concreción de las innumerables obras públicas prometidas, la atención de la salud como fundamento del derecho a la vida, o la definitiva disposición a brindar una sólida educación, porque lo que entra del contenido de un libro no se rifa ni se rinde a los pies del asistencialismo mendicante, porque no es justo poner en juego la dignidad del individuo por la carencia de una auténtica educación.
La mayoría de los ciudadanos no deseaba escuchar que su mensaje no había sido escuchado, ni que el 28 de junio sólo los que votaron fueron iguales ese único día. La meta de un gobierno que es que todos los días todos los ciudadanos, tengan habilitación para votar o no, sean iguales. Como dice la Constitución Nacional.

La mayoría de los ciudadanos no quería escuchar un decálogo de justificaciones ni tablas de artificiosas enteléquicas teatralizaciones estadísticas. Quería escuchar un mensaje mucho más claro y sencillo: “Argentinas y Argentinos.…hemos comprendido su mensaje. Vamos a actuar en consecuencia. La Patria no puede esperar”.

(*) elingua@estudiolingua.com.ar


Nuestro Próximo Columnista será el Dr. Luis A. Carello.


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